64 años del fútbol de hoy

En el fútbol contemporáneo, la simple presentación de una estrella basta para llenar un estadio. Como ocurrió con Neymar en el Camp Nou, a principios de mes. Los grandes equipos tienen una fama planetaria, miden su auténtico valor en competiciones internacionales y mueven auténticas fortunas. Todo eso, que nos parece muy actual, comenzó en realidad hace mucho tiempo. Este mes se han cumplido 64 años. La fecha fundacional del fútbol de hoy es el 12 de junio de 1949. Nació en Bogotá, en el estadio de El Campín, el día que en que Adolfo Pedernera (de traje y corbata, sonriente y sorprendido) fue presentado ante unas gradas repletas como nuevo fichaje de un club colombiano al que nadie conocía fuera de sus fronteras. Un par de años más tarde, ese club era ya el más famoso del mundo y practicaba un juego que tal vez no ha llegado a repetirse: el Ballet azul de Millonarios fue un fenómeno fugaz pero inolvidable.

«Fue el equipo más grande que se pudo reunir, éramos todos unos enamorados del buen fútbol. Ni aún el Real Madrid con sus más extraordinarios valores, como Puskas, Kopa, Gento, Santamaría y Rial, igualó a Millonarios». Esto lo dijo Alfredo di Stéfano, el futbolista que hizo del Real Madrid el mejor club del siglo XX.

Cuando llegó a Bogotá, Adolfo Pedernera, hasta entonces líder del River Plate conocido como La Máquina, tenía ya 31 años y había quien le consideraba acabado. Pero Alfonso Senior, el directivo que encarnó aquel derroche tan exagerado (por algo el Club Municipal, también llamado por un tiempo Deportivo Independiente, acabó adoptando como nombre oficial su apodo de Millonarios), se empeñó en tener a Pedernera. El astro argentino pedía 200 dólares mensuales de sueldo (100 era lo máximo que se había pagado hasta entonces en Colombia) y, además, 5.000 dólares de prima. Eran unas condiciones inaceptables. Alfonso Senior y Millonarios las aceptaron. Fue el principio de la locura.

El entusiasmo generado por Pedernera convenció a la directiva de que no existían límites. Y Millonarios aprovechó la huelga de futbolistas en Argentina para enviar a Pedernera a Buenos Aires, con una doble oferta para sus amigos Néstor Raúl Rossi y Alfredo Di Stéfano. Ambos aceptaron.

Entre 1950 y 1953, Millonarios dominó a placer el fútbol colombiano. Fue la época del cinco y baile: después de marcar los cinco primeros goles, aquel equipo de artistas evitaba un marcador más escandaloso dedicándose a la exhibición de jugadas imposibles. Pese a la inexistencia de transmisiones por televisión, la fama de Millonarios se extendió por todas partes. En Europa y Latinoamérica se les pagaba lo que fuera por una gira de exhibición. Pedernera, un zurdo que podía jugar en cualquier posición atacante y fabricaba deliciosos pases de gol, fue el auténtico artífice del Ballet azul. A partir de 1951 ejerció a la vez como jugador y entrenador. Di Stéfano le considera uno de los mejores futbolistas de la historia. Otro asunto era Néstor Raúl Rossi, conocido como Pipo o La Voz: una mole de 1,85 metros y casi cien kilos, con una voz atronadora y un carácter temible. Pese a su físico, propio de un central carnicero, Pipo Rossi jugaba con el número 5, el número de quien organiza el juego. El Ballet azul pivotaba en torno a sus pies y a sus ideas.

En su libro sobre la historia de Millonarios, Jorge Mario Neira Niño cuenta una anécdota propia de cuando se jugaba más por afición que por dinero. Pipo Rossi se presentó a un partido con una resaca atroz y aprovechó que el árbitro, Jesús Lires López, El Gallego, era paisano y amigo suyo, para pedirle un favor: «Ché, Gallego, tengo una resaca bárbara, estoy que me muero, hacéme una gauchada: cuando llevemos unos minutos yo te discuto una jugada, vos me expulsás y yo me libro de jugar en este estado». En efecto, a los pocos minutos, Pipo protestó por una tontería. Y el árbitro hizo como si no le oyera. A medida que avanzaba el partido, los gritos e insultos al árbitro se hicieron más y más intensos. El vozarrón de Pipo lo escuchaba todo el estadio, pero no El Gallego. El mediocentro de Millonarios no logró que le expulsaran. Al final del partido, el árbitro se acercó al exhausto futbolista resacoso y le dio una palmadita: «Para que aprendas».

En julio de 1952, un médico argentino llamado Ernesto Guevara, luego conocido como Che, logró que le presentaran a Di Stéfano y ver en El Campín dos partidos de Millonarios, los dos contra el Madrid, los dos ganados por el Ballet azul. El sueño terminó en 1954, cuando el Madrid fichó a Di Stéfano por 30.000 dólares, una suma colosal. El Ballet azul se disgregó en poco tiempo. Su memoria quedó para la eternidad.